Puertas de Kislev

DESPLIEGUE


Hacía ya unas horas que el sol se había levantado, pero oscuras nubes sobrenaturales atenuaban su luz, como un presagio de lo que estaba por venir. Los kislevitas se movían por las murallas con nerviosismo, pues el ejército del Caos no había parado de bombardear las murallas de la ciudad en toda la noche y éstas empezaban a ceder. De repente, un rayo de luz logró penetrar las ominosas nubes y los kislevitas vieron en el horizonte un halo de esperanza. El ejército de Magnus el Piadoso llegó a Kislev justo cuando las tropas de Asavar Kul abrían brecha en la muralla. Ningún soldado Imperial había visto nunca un ejército tan basto y temible como el que les esperaba al otro lado de la llanura. Criaturas de inmenso tamaño y extrañas bestias manchadas por el Caos bañaban el horizonte. Pero entre aquellas filas no había sólo monstruos, sino también hordas de Bárbaros y de Guerreros del Caos, carros de Hombres Bestia y líderes de inmenso poder.

Pero Magnus también tenía sus recursos. Su ciudad natal, Nuln, había proveído al resto de provincias de numerosas máquinas de guerra. Y de Tanques a Vapor. Nada menos que siete de estas antiguas máquinas creadas décadas atrás por Leonardo da Miragliano aún se mantenían en funcionamiento y podrían resultar de gran ayuda. Por si fuera poco, la ciudad de Marienburgo había contratado a mercenarios procedentes de Tilea y a un equipo de ingenieros que trataron de reproducir aquel Tanque a Vapor sobre la carcasa de un pequeño navío.

Aún así, los mejores refuerzos no llegaron del sur, sino del este, allende el mar. Una hueste de Altos Elfos comandados por Teclis se había reunido con Magnus para ayudar a los humanos. Especialmente, en lo referente a la magia, una práctica que por aquel entonces estaba prohibida en algunos lugares.

Por desgracia, muchas de sus tropas de caballería se habían dirigido a Praag hacía algunos días y Magnus no estaba seguro de si éstas lograrían llegar a tiempo para la batalla. Estaban dirigidas por el Ar-Ulrik Kriestov y apoyadas por Yrtle, uno de los magos Asur.

Hábil estratega, Asavar Kul reorganizó a su ejército rápidamente para hacer frente a la nueva amenaza. Sin embargo, las tropas de Khorne, al mando de Arbaal el Invencible, estaban demasiado ansiosas por penetrar en la ciudad y muchas ni siquiera se percataron de la llegada de los refuerzos humanos. Kul situó en el centro a sus mejores tropas: hordas de Guerreros y Caballeros del Caos, dos Mamuts de Guerra, dos Dragones del Caos y un poderoso Dragón Emperador. Él mismo se situó entre ellos para asegurarse de que sus órdenes fueran cumplidas con escrupulosa disciplina.

La brisa fresca de las estepas kislevitas pareció detenerse en aquel momento, bajo el peso de un silencio imposible de describir. De repente, una fuerte racha de viento cortó el aire y entonces todo. Empezó la batalla que decidiría el destino del Viejo Mundo.



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